[Podcast] Episodio 9 : Una nueva vida en Francia

Home » Podcast » 9 : Una nueva vida en Francia

El salto que cambió nuestra historia

 

Después de muchos años de vida en España, llegó el momento de dar un salto enorme: dejar atrás nuestro hogar, nuestras costumbres y nuestra zona de confort, para empezar una nueva vida en Francia.

En este episodio, te cuento cómo fue atravesar esa frontera—no solo geográfica, sino también emocional—y todo lo que significó instalarnos en un nuevo país como familia.

La adaptación no fue siempre sencilla. Hubo momentos de incertidumbre, de nostalgia, de redescubrimiento. Pero también hubo aprendizajes, pequeñas grandes victorias cotidianas y una sensación creciente de que, paso a paso, estábamos construyendo algo verdadero.

Este es un episodio sobre despedidas, nuevos comienzos y la fuerza que hace falta para reinventarse una vez más.

Escucha ahora el episodio

Suscríbete a mi podcast en tu plataforma favorita para no perderte los próximos episodios!

Escucha mis Podcasts en tu plataforma favorita


Un susurro que se volvió decisión

Cuando la idea de mudarnos dejó de ser un “¿y si…?”

Todo empezó como una idea tímida, de esas que se deslizan en las conversaciones sin intención real de quedarse. Un “¿te imaginás si…?”, dicho casi como un juego, como una fantasía lejana que sabés que no vas a concretar. Pero algo cambió.
Ese pensamiento, que durante mucho tiempo fue solo un susurro, empezó a repetirse con más frecuencia. A cobrar fuerza. A hacerse presente.

En la fiesta del Cava en Sant Sadurni d’Anoia

Ya no era una ocurrencia suelta. Comenzó a instalarse en nuestras charlas, en nuestros silencios, en nuestras proyecciones de futuro. Lo que antes parecía una locura, de repente se volvió una posibilidad real. Y esa pregunta fantasiosa mutó en algo mucho más desafiante:
¿Y si realmente lo hacemos?

El momento en que todo empezó a alinearse

Hasta ese momento, nuestra vida en Barcelona tenía sentido. Vivíamos en Gelida, un pueblo encantador que supimos hacer nuestro. Teníamos una casa llena de recuerdos, una red de amistades, una rutina que funcionaba. Pero entonces, empezaron a surgir pequeñas señales. Señales que, con el tiempo, fueron componiendo un mensaje claro.

Yo ya hablaba francés, conocía la cultura, y acababa de obtener la ciudadanía. Francia me abría las puertas con una naturalidad que no podía ignorar. Fabi podía reencontrarse con su familia, y Anaïs, que ya crecía a pasos agigantados, estaba por comenzar la escuela.
Ese detalle fue clave: si íbamos a mudarnos, debía ser ahora, antes de que empezara su educación formal. Queríamos que se integrara desde el inicio, que echara raíces sin tener que interrumpir procesos.

Todo parecía alinearse en una misma dirección. Y aunque el corazón dudaba, la razón y el alma empezaban a estar de acuerdo. Había llegado el momento de escucharnos en serio.

Las razones para quedarnos… y las que nos empujaban a partir

Una vida construida en Barcelona

Hasta ese momento, siempre habíamos encontrado razones para vivir en Barcelona. Nuestra vida en Gelida, nos gustaba, habíamos construido un hogar, amistades, una rutina que funcionaba.

Pero en el fondo, sabíamos que la verdadera pregunta no era si debíamos hacerlo.
Era si estábamos listos para dar ese salto.

Una caminata por los bosques en Gelida

Por un lado, caíamos en que íbamos a dejar atrás Barcelona. Los lugares que habían sido el escenario de nuestra historia, los rincones donde habíamos construido nuestra vida.
Aquí nos habíamos conocido, nos habíamos enamorado, nos habíamos casado, aquí había nacido Anaïs, aquí habíamos dado nuestros primeros pasos como familia.

Volvíamos a pensar y repensar… España nos lo había dado todo. Yo siento que allí me recibieron súper bien.
Ese país me dio un montón de oportunidades, me vio crecer, forjarme, me permitió reinventarme más de una vez. Fue el escenario de algunos de mis momentos más difíciles, pero también de los más felices.

No era una decisión que pudiéramos tomar a la ligera. Nuestra vida en España nos gustaba, teníamos nuestra casa, nuestras costumbres, nuestras amistades.

Un asadito en el jardín de casa, en Gelida

España también me regaló amistades que se convirtieron en familia, paisajes que quedaron grabados en mi corazón, experiencias que moldearon la persona en la que me convertí.
Y, sobre todo, fue en España donde mi vida dio el giro más hermoso: donde conocí a Fabi, donde construimos nuestra historia, donde llegó Anaïs para cambiarlo todo.

Si algo aprendí en estos años es que cada lugar en el que vivimos deja una marca.
Y España dejó en mí una huella imborrable.

Francia como un nuevo comienzo lleno de oportunidades

Pero ahora, las razones para irnos a vivir a Francia empezaban a pesar más.

Yo ya había recorrido un largo camino de integración. Hablaba francés, comprendía la cultura francesa y este país ya ocupaba gran parte de mi corazón, además con mi reciente ciudadanía, Francia me reconocía oficialmente como suyo.
Fabi volvería a estar cerca de su familia, y Anaïs crecería rodeada de una parte de su familia: sus abuelos, primos y tíos.

Fabi y Diego, en algún lugar del sur de Francia, recién llegados

Ella crecía y crecía, y en pocos meses debía empezar la escuela.
Si íbamos a mudarnos, lo mejor sería hacerlo antes de que comenzara su educación formal, para que pudiera integrarse desde el principio, sin tener que adaptarse a mitad de un ciclo escolar.
Se educaría y crecería en Francia, ¡un lugar lleno de oportunidades!

Todo parecía alinearse en una dirección.
Y, sin embargo, la decisión no era fácil. Pensábamos, reflexionábamos y le dábamos mil vueltas al asunto.

Porque mudarse de país, te imaginarás, no es solo hacer maletas y cambiar de casa.
Es dejar atrás lo que conocés, salir de la zona de confort, enfrentarte a lo desconocido.
Es un paso enorme, gigante. ¿No?

España nos vio crecer… y nos costó soltarla

Lo que dejamos atrás: historia, vínculos y aprendizajes

Porque mudarse de país, te imaginarás, no es solo hacer maletas y cambiar de casa. Es dejar atrás lo que conocés, salir de la zona de confort, enfrentarte a lo desconocido.
Es un paso enorme, gigante. ¿No?

Pero luego volvíamos a pensar y repensar… España nos lo había dado todo. Yo siento que allí me recibieron súper bien.

Ese país me dio un montón de oportunidades, me vio crecer, forjarme, me permitió reinventarme más de una vez. Fue el escenario de algunos de mis momentos más difíciles, pero también de los más felices.

Al principio, apenas llegué a España, hubo momentos en los que la soledad se hizo presente, en los que sentí el vacío de estar lejos de casa.
Luego pasé por desamores que dolieron mucho, por traiciones que me enseñaron a ser más fuerte, por golpes que me hicieron tambalear, y tantas otras cosas, por todo lo que te puedas imaginar y por lo que ni te podés imaginar.
Trabajé incansablemente, hice sacrificios, enfrenté desafíos que jamás pensé que viviría para llegar a donde estaba.

España también me regaló amistades que se convirtieron en familia, paisajes que quedaron grabados en mi corazón, experiencias que moldearon la persona en la que me convertí.
Y, sobre todo, fue en España donde mi vida dio el giro más hermoso: donde conocí a Fabi, donde construimos nuestra historia, donde llegó Anaïs para cambiarlo todo.

Si algo aprendí en estos años es que cada lugar en el que vivimos deja una marca.
Y España dejó en mí una huella imborrable.

El peso emocional del desarraigo

El desarraigo nunca es fácil.
A veces, la vida te pone pruebas que no imaginabas, y la distancia con tu tierra, con tu gente, puede volverse un peso difícil de llevar.

La mudanza épica (y casi cinematográfica)

El caos de empacar una vida entera

La nuestra fue una locura. La mudanza fue de no creer.
No solo por la cantidad de cosas que habíamos acumulado en todos esos años, sino por todo lo que implicaba decidir qué llevar y qué dejar atrás.
Cada objeto tenía una historia, cada rincón de la casa estaba impregnado de recuerdos.
Y aunque sabíamos que nos íbamos hacia algo mejor, desprenderse de ese pedazo de vida no era fácil.

El coche cargadísimo en uno de los viajes para mudarnos a Francia

Hicimos incontables viajes de Gelida a Francia en todo tipo de vehículo.
Con el coche cargado hasta el techo, llenos hasta el último recoveco.
En cada viaje, nuestra casa en España se vaciaba un poco más, y nuestro nuevo hogar en Francia comenzaba a tomar forma.

El piano viajero y una escena digna de Chaplin

Adiviná quién vino también a cargar su camioneta con muebles. Sí, Tontón Daniel.
¿Y qué se llevó en su camioneta además de todo lo que hacía algunos años nos había traído?
¡Sí, el piano! ¡Por supuesto! Que iba de un lado al otro de la frontera.
Bueno, ni te cuento lo que fue cuando tuvimos que bajarlo y acomodarlo de nuevo.

La primera vez había sido una odisea, y esta, bueno, un poco más de lo mismo.
Cuando llegó el momento de bajarlo, la escena parecía un poco sacada de una película de comedia mezclada con suspenso. Una de Charlie Chaplin.

Vinieron los primos de Fabi, acompañados de unos amigos, dispuestos a ayudar.
Entre risas y cálculos improvisados, logramos moverlo hasta la parte trasera de la camioneta.
Pero luego de repente, en un instante de indecisión, no sé cómo pasó pero el piano quedó suspendido en un equilibrio precario: la mitad aún apoyada en la camioneta, la otra mitad en manos solamente de los dos primos de Fabi, que son fuertes, pero que ya sudaban a mares intentando sostenerlo.

Hubo un segundo en el que todos nos miramos con pánico. ¿Cómo lo bajamos sin que termine en el suelo hecho pedazos?

Y entonces, no sé si fue el instinto, el pánico o un destello de iluminación, pero pegué un grito que unió a todos en una misma misión.
En un movimiento sincronizado, como si hubiéramos ensayado toda la vida para ese momento, cada brazo disponible se aferró al piano, y con un esfuerzo colectivo, allez allez allez! logramos bajarlo suavemente, hasta ubicarlo en su nuevo lugar.

Nos quedamos unos segundos en silencio, respirando profundo. Y después, estallamos en carcajadas.
Porque al final, así son estos momentos: un caos total, pero llenos de esa adrenalina y emoción que los hacen inolvidables.

El último adiós a nuestra casa en Gelida

La puerta que se cierra… y la emoción que se queda

Cuando dejamos nuestra casa en Gelida fue un momento emotivo, cargado de nostalgia y de emoción a la vez.
Recuerdo, aquella tarde fría y ventosa de invierno, cuando cerramos la puerta por última vez… fue extraño.

Miramos aquel espacio que había sido testigo de nuestra historia, de nuestras risas, de las primeras palabras de Anaïs, de noches largas y mañanas llenas de sueños.
Ahora ya vacío, y el eco resonando tras nuestras últimas palabras en este sitio, solo habitado por una suave y silenciosa penumbra.

Nos quedamos entonces en silencio, sabiendo que al cruzar esa puerta, dejábamos atrás un capítulo irremplazable de nuestras vidas.
Cerramos suavemente la puerta, nos tomamos de la mano y lentamente nos dirigimos al coche.
Y nos fuimos de Gelida, Barcelona, España.

Primeros pasos en Francia: entre trámites y adaptaciones

Dormir en el altillo, empezar la escuela y reconstruir rutinas

A principios de 2019 fue cuando llegamos a Francia, cargados de expectativas, de ilusión, y sí, con bastante más que maletas.
Llegamos con una mezcla de emociones difícil de describir: la emoción de lo nuevo, la nostalgia de lo que dejábamos atrás y la incertidumbre de todo lo que estaba por venir.

Te das cuenta, nuestra vida daba un giro de 90 grados. Una nueva vida se abría ante nosotros, ante nuestra familia. Una vida llena de maravillas por descubrir y de oportunidades para aprovechar.

La casita del fondo, donde nos quedamos cuando llegamos a Francia

Nos instalamos primero por unos meses en la casita del fondo, te acordás, donde nos quedábamos cada vez que veníamos de visita.
Dormíamos los tres en el altillo, donde no podías ponerte de pie porque te golpeabas con el techo, pero Anaïs estaba feliz de pasar las noches en ese rincón de madera que habíamos convertido en una cama de tres plazas, toda llena de peluches y en donde ella se sentía como en la cabaña de Heidi.

El altillo en la casita adonde llegamos en Francia. Lunel

Inmediatamente comenzó los últimos meses del preescolar, para comenzar a integrarse. Siempre había sido abierta, sonriente y sociable, así que no le costó hacerse nuevas amiguitas.
Y al mismo tiempo, se integró a la escuela de patín de Lunel, para seguir así practicando el deporte que había comenzado cuando vivíamos en Gelida.

Convivir con la burocracia francesa (y sobrevivir para contarlo)

Por nuestro lado, nosotros nos embarcamos en la titánica tarea de darnos de alta en todos los organismos necesarios para comenzar nuestra vida aquí: la seguridad social, conseguir doctores, cambiar la nacionalidad de uno de los coches, apuntarnos en los organismos que nos ayudarían a conseguir empleo, bancos, servicios, seguros médicos no médicos, ¡de todo!

Fue, ya te digo, una tarea titánica.
Por suerte aquí es todo online. De manera relativamente fácil e intuitiva podés hacer casi todo. Está todo realmente muy bien ordenado y organizado.

Lo que pasa es que a nosotros se nos complicó un poquito porque claro, todo está organizado para que salga bien en la mayoría de los casos, y nosotros digamos que muy dentro de la mayoría no estábamos. ¿No?

Imaginate: argentino nacionalizado francés, con esposa francesa e hija francesa, nacida en el extranjero y recién venidos de España… bueno, había cosas que tardamos un poquito de hacer, sobre todo en temas relacionados con la seguridad social y puesta al día de los impuestos.

Pero bueno, teníamos tiempo, nos armamos de paciencia y como conclusión puedo afirmar que la experiencia nos ayudó a empaparnos bien de la burocracia francesa.
Lo cual es imprescindible para poder llevar una vida como corresponde aquí en Francia.

Cumpleaños, peluches y nuevas amigas

El primer gran hito de Anaïs en su nueva vida

El primer gran hito de esta nueva etapa llegó rápido: el cumpleaños de Anaïs.
Era la primera vez que lo festejábamos en Francia, y aunque extrañábamos a los amigos que quedaron en España, queríamos que fuera un día inolvidable para ella.
Y así lo fue.

Crear recuerdos inolvidables, incluso lejos de casa

El día amaneció frío y lluvioso, de esos en los que el cielo parece decidido a teñirse de gris y no dejar pasar un solo rayo de sol.
Pero ni el clima podía opacar la emoción de Anaïs.
Su primer cumpleaños en Francia tenía que ser especial, y si el frío nos obligaba a quedarnos adentro, íbamos a convertir la casa en un pequeño taller de arte.

El primer cumple de Anaïs en Francia

Así que organizamos una actividad bien francesa y artística, como a ella le encanta: pintura de figuras de papel maché.
Preparamos una mesa llena de pinceles, acuarelas, pequeñas figuras listas para ser transformadas en obras de arte y, por supuesto, delantales para evitar un desastre mayor.
Las niñas, entusiasmadas, se sumergieron en el mundo de los colores, cada una creando su pequeña obra maestra.

Anaïs, con su creatividad desbordante, iba de un lado a otro, aconsejando, eligiendo colores, mezclando tonos con una concentración absoluta.
La casa se llenó de risas, pinceladas y manitos manchadas de pintura.
Cuando terminamos, cada una tenía su figurita decorada, un recuerdo especial de esa tarde de cumpleaños.

Y al final, mientras Anaïs soplaba las velitas de su torta rodeada de sus nuevas amigas, supe que habíamos logrado lo más importante: hacerla sentir en casa.

En el huerto, al lado de la casita en Lunel, sur de Francia

Para ella, todo era una aventura.
Se adaptó con una facilidad que nos sorprendía y nos llenaba de orgullo.
Mientras jugaba y abría sus regalitos, yo no podía evitar pensar en todo lo que habíamos recorrido para llegar hasta ahí.

Francia ya no era solo una idea o un sueño. Era nuestra realidad.

Nuevos trabajos, nuevos desafíos

De vender en español a trabajar en francés e inglés

No pasó mucho tiempo hasta que empezamos a establecernos de verdad.
En algunas semanas conseguimos unos buenos trabajos gracias a que hablamos español y, poco a poco, la estabilidad que necesitábamos para sentirnos completamente en casa.

Fabi encontró un puesto en una importante empresa deportiva japonesa.
Ella es una chica que se hace querer fácilmente, así que rápidamente se hizo nuevos amigos, con los que hoy en día nos vemos seguido y compartimos muchos momentos.

Y yo conseguí trabajo en una empresa en Nîmes, la famosa Petite Rome francesa, te acordás, que produce soluciones informáticas para empresas, en donde me ocupaba principalmente del desarrollo del mercado español.

Las Arenas de Nîmes, a metros de mi trabajo

Para mí todo esto se constituyó como un desafío mayúsculo.
En un nuevo país, un trabajo totalmente nuevo para mí.
Si bien hacía años que había desarrollado un perfil comercial, debía aprender todo el sistema de trabajo de la empresa para la que ahora trabajaba, además del funcionamiento de los programas, y todos los manuales eran en inglés y a su vez ahora vivía en francés. ¡Un lío bárbaro!

Por unos 3 meses mi cabeza era una ensalada de idiomas y de cosas nuevas y por las tardes volvía a casa con unos dolores de cabeza terribles.

De conde del siglo XV a colega francés: el cambio de lenguaje y códigos

Porque además, no se trataba solo de las lenguas, sino de que, claro, acá tienen sus propias formas de comunicación, sus modos, costumbres, rituales, como en todos lados, que si querés que te tomen en serio, debés respetar y adoptar para progresar.

En el marco de mi actividad, en general me comunicaba con las primeras y segundas líneas de las organizaciones, así que debía mantener un tipo de comunicación formal.
Entonces, por ejemplo, mientras en España todos nos tratábamos de “tú”. Acá ni hablar, olvidate. A todos tratás de “vous”. Usted.
Hasta el último día de mi trabajo, a mi jefe lo traté de usted.

Los caballos blancos, a metros de la casita en el campo, en Lunel, sur de Francia

Cuando redactaba mis primeros emails, me han llegado a decir que debían ser más serios, que acá no debía preguntar “¿cómo estás?” o despedirte con un “que tengas un excelente día”.
Bueno, para darte algunos ejemplos.

Sisi, los franceses, hay que decirlo. Son súper formales y ordenados.
Cada cosa debe decirse de su manera adecuada, cada cosa debe ir en su sitio.

Ah, y recuerdo también al principio, jajaja.
Yo venía de España, donde casi que se habla a los gritos, ¿no?
Bueno, las primeras reuniones en las que participaba en mi nuevo trabajo tenía que llevar mi sistema auditivo al extremo.
Además de entender lo que se hablaba, debía hacer un esfuerzo gigantesco para escuchar lo que se decía, porque, en comparación a lo que estaba acostumbrado hasta ese momento, sentía que se hablaba como en secreto.
La reunión transcurría a través de apenas susurros.

Ahora ya estoy acostumbrado al volumen de las conversaciones, pero en aquel momento, recuerdo, era también todo un challenge.

Romper prejuicios: cómo descubrimos otra cara de Francia

De lo formal a lo cercano: entendiendo el «afecto a la francesa»

La otra cuestión es que el francés que había aprendido, claro, era de academia.
¡Mis compañeros se divertían conmigo porque les hablaba un poco como un conde del siglo XV!
Y a su vez, por otro lado, mi trabajo me obligaba a estar en contacto con directivos de empresa y mantener conversaciones en un tono sostenido, formal, así que eran esas las formas que conocía con más fluidez.

Entonces luego, en reuniones familiares o de amigos, también se divertían con mis expresiones tan formales.
Bueno, son este tipo de experiencias que ayudan también a romper el hielo y a divertirnos.

Cherrys, por el campo

Pero lo más importante era que, ahora que conocía mejor la lengua, ya no había barreras.
Podía hablar con todos, participar en las conversaciones, entender los matices, los juegos de palabras, las bromas sutiles y hasta esas expresiones que antes me pasaban de largo.
Por fin podía disfrutar de verdad de todo lo que se comparte entre líneas, de ese humor tan particular que también forma parte de la identidad francesa.
Y sobre todo descubrir aún más realmente la esencia del pueblo francés.

Sentirse parte de Francia, al fin

Y fue entonces, de a poco, que descubrí algo que quebró un prejuicio.
Muchas veces se tiene la imagen de que los franceses son fríos, distantes, incluso un poco arrogantes…
Y claro, si venís de América Latina, donde somos más descontracturados, más táctiles, más expresivos, esa diferencia de códigos culturales puede hacerte sentir, al principio, como si no encajaras del todo.

Una exibición de Gardiens, a metros de nuetra casa en Lunel, en el sur de Francia

Pero lo cierto es que, a su manera, los franceses son cálidos, sonrientes y divertidos.
Lo que pasa es que sus gestos de cercanía son distintos.
Se trata más bien de una escucha atenta, una ironía juguetona, una copa de vino que se comparte con ganas, una invitación a la mesa hecha con cariño y sin necesidad de muchas palabras.

Y yo, que ya empezaba a entender esos códigos, me sentía cada vez más en casa.

Estaba donde quería estar.
En ese país del que me había ido enamorando poco a poco, sin darme cuenta al principio, pero con una certeza cada vez más fuerte.
Y ahora que lo tenía cerca, que lo vivía en lo cotidiano, me sentía con más ganas que nunca de explorarlo todo.

Una nueva mudanza, un nuevo hogar definitivo

Decidir dónde echar raíces

Y cuando creíamos que habíamos terminado con los cambios… tuvimos que encarar ¡oootra mudanza!
Pero tranqui, esta vez mucho más cerca, a solo un par de kilómetros.

Después de algunos meses en la casita del fondo, aunque tenía su encanto y había sido un refugio perfecto para aterrizar en Francia, necesitábamos algo más.
Un espacio más amplio, más acorde a nuestra vida familiar, donde pudiéramos proyectarnos a futuro.

Esa casita en el campo estaba muy bien para venir unos días, para escaparnos y disfrutar del aire puro en nuestras visitas.
Pero ahora queríamos un hogar.
Un lugar que realmente sintiéramos como nuestro, donde Anaïs pudiera seguir creciendo, donde pudiéramos armar nuestra vida con estabilidad y comodidad.

Nuestro hogar para lo que viene

Así que, una vez más, empacamos todo, cargamos las cajas, aseguramos a Cherrys en su transportín y nos llevamos a D’Artagnan a su nuevo jardín.
Una nueva casa, un nuevo comienzo… pero esta vez, ya en nuestro hogar definitivo.

Reflexiones finales: cada salto fue un paso hacia lo que somos hoy

El valor de atreverse

Nos esperaba una nueva vida en Francia, llena de oportunidades, momentos inolvidables y, seguramente, nuevos desafíos.
Y ahí estábamos, juntos, listos para lo que viniera.

Porque, después de todo, cada paso que habíamos dado hasta aquí había sido un salto de fe.
Y cada salto nos había llevado exactamente al lugar donde debíamos estar.

¿Has pasado tu por una mudanza así?

Mudarse de país no es solo cambiar de casa.
No es simplemente embalar cajas, firmar papeles y emprender un viaje.
Es cerrar una etapa, decir adiós a todo lo que fue tu cotidianidad, a las calles que aprendiste a llamar hogar, a los pequeños hábitos que construiste con el tiempo.
Es casi un salto al vacío.

¿Te mudaste de país vos alguna vez?
Si lo hiciste, sabés más o menos de lo que se trata…
Contame tu experiencia en los comentarios, me encantaría conocerla.

Querido lector,

Este artículo ha sido escrito por mí, Diego. Quien vive en Francia desde hace muchos años y recorre este hermoso país desde hace muchos más! Y se inspira en sus experiencias y los gustos propios y de su familia.

Me encanta dar a conocer los pueblos encantadores de Francia y todo lo que hay para hacer por aquí y sé que muchas veces la organización de un viaje puede ser complicado. Es por esto que, mediante mis guías, intento inspirarte y ayudarte en vuestra planificación.

Espero que hayas disfrutado de la lectura de este artículo y, sobre todo, que sea de utilidad.


Qué te parece mi artículo ?

0 0 votes
Article Rating
Diego en France
Diego en France

Vivo en Francia desde hace muchos años con mi familia.

Conozco muy bien este maravilloso país, que hemos explorado durante muchos años y que ocupa un lugar especial en mi corazón.

Siempre he compartido mi pasión por los viajes con los que me rodean, y ahora me encantaría ayudarte a planificar tu propio viaje.

Sé que la planificación de un viaje puede resultar abrumadora y frustrante. Por eso he creado este blog sobre Francia -que trata especialmente sobre sus pequeños pueblos con encanto-, para que puedas empezar a disfrutar de tu viaje desde el momento en que empiezas a planificarlo.

Artículos: 208
Subscribe
Notify of
guest

0 Comentario
Oldest
Newest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
0
Would love your thoughts, please commentx
()
x